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Teníamos una caja medianamente grande de madera era algo fea pero lo suficiente como para la mente fértil de tres niños cantando Hawai Bombay en ella. Lo hicimos nuestro fuerte, también teníamos una carreta con la que nos transportábamos por turnos de grito en grito de un lado a otro, era de la Fábrica de fideos donde vivíamos, la utilizaban para movilizar baldes de masa ó paquetes de fideos terminados. A las seis de la tarde cuando el sonido de las maquinas paraba junto al trajín de los trabajadores se les oía entrar al camerino, un cuarto pequeño donde guardaban sus cosas, tenían pegado por toda la pared a calatas de periódicos chicha. Esperábamos hasta que el último obrero se fuera. La casa era tan grande sin embargo solo bastábamos nosotros tres para sentir que era suficiente. Este mes es cuando empiezo extrañarlos, será que ya se viene navidad y perdido los ánimos acerca de esta. Hace mucho que uno tiene con quien jugar a esperarla.