Un vendedor sube al carro a ofrecer una de gama de lapiceros de metal, explaya una serie de beneficios que obtendrían si en caso le compraran dicha pluma, dos de ellos fueron "el reloj incorporado super moderno" y "la elegancia que uno adquiere al portar un lapicero de metal", el beneficio que más se recalcó obviamente fue la durabilidad. El convencimiento del hombre era tanto mientras golpeaba el lapicero contra el pasamanos que poco le faltaba para afirmar que era inmortal.

El riesgo de muerte de un lapicero es de 99.9%, pero es poco probable que un lapicero deje de existir por  el rompimiento de su armadura, en todo caso solo podría morir si deja de ser útil. Esto me hace pensar en los otros 99.9 % de riesgos de muerte.

Como el de un huevo prematuro en un árbol, un adorno que se mueve 1 mm por día sin ser movido, la decepción o la muerte en si en todo caso:

Un Fox terrier mata un jueves por la noche a un zapato encuerado que andaba bien acompañado, mientras sus dueños duermen plácidamente después de haber intentado hacerlo dos veces, fallece también su esperanza al no poder lograrlo la segunda vez.
No están difícil de analizar el como surge una serie de riesgos en dichas conexiones.

Ha muerto mi entusiasmo con la introducción de un libro o con la poesía de algunos conocidos, esto último ocurre seguido, nadie debería matar la ilusión de un lector y nadie debería escribir ciegamente con el ego.

He visto morir lapiceros con una caída y no precisamente se han roto.

Señor vendedor dudo que sus lapiceros de metal sean inmortales así su cubierta sea la de un gladiador puesto que aun no han encontrado la forma de hacer puntas invencibles, pensar en esto ha roto mi ilusión.

Como caminar desde bolivar hasta sucre con la leve esperanza de que broten melodías de los cableados que conectan un poste con otro poste,  pensarte y pensar en cobardía también es un riesgo de muerte solo que de un 100%.