martes, 7 de mayo de 2013

He ido directamente a la cocina por un vaso con agua, mientras lo servía pensaba en otra cocina y en el horrible cuadro de su casa. Vuelvo a la mía, esta vacía todo el mundo duerme. Saco las dos pastillas para apresurar mi vuelo, un pozo lleno de plumas me espera. La posición de mi cuerpo ha tomado la de un edificio de diez pisos, dentro de él la única persona que lo habita, yo. Veo un piso tras otro desplomarse, ahora voy por el sexto piso, de pronto una mosca silenciosa y grande se posa en la mesa, me trae de vuelta al escenario y detiene mi tragedia fisiológica. Su tranquilidad me hace sentir un adorno más como si en vez de un cuerpo tibio que late y represente peligro hubiera una estatua milenaria ignorado por el resto de insectos que se ponen a cagar en ella. Nada la ha intimidado sigue silenciosa y quieta. Sé a que has venido. Termino de tragar las pastillas y me muevo como si no la hubiera visto, adrede mis movimientos son bruscos, me alejo de la mesa, tengo la sensación de que ella está viendo lo que hago no se ha perdido ni el último de mis movimientos me alejo de la cocina y me doy cuenta de que la puta no se ha inmutado ni un poquito. La mesa esta limpia ni un rastro de comida.  La vez pasada estuvo en el cuarto de alguien más, recuerdo el ruido de sus piruetas cerca de nuestra oreja en todo momento tratando de enunciarse. Hoy ha venido tan silenciosa, tan verde y tan serena a decirme algo que ya intuía.

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