Volví a mi infancia en menos de un chasquido de dedos, qué alegría. Mi imaginación que no era tan infinita o fértil como este
libro lo prepara, caminó siempre con la predisposición, elaborando encuentros o incluso búsquedas de lo que podía maravillarme, como todo buen niño solitario reclamando por derecho el juego de la inocencia y fantasía pero sobretodo del misterio. Aun reclamo esos derechos.
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Esta
serie de ilustraciones que data a finales del siglo XV y que también son una belleza, los vi en el muro de un amigo y me las robé inmediatamente justo antes de perder contacto con la raza humana (otra vez), un juego que tanto me gusta.