martes, 12 de marzo de 2013

De seguro despertaré por la mañana triunfante por haber cogido una y no tres pastillas para inducirme un sueño dulce donde me encuentre reiteradas veces y a solas con tu sombra. También despertaré con la certeza de que no habrá nada en la mesa, en los ornamentos, no encontraré el olor en mi ropa, en la maceta donde brota una planta rara, en la casa en la que he dormido y comido tantas veces, no habrá nada más dentro, nada habrá en tu corazón. Me quedará tan solo la sensación de que alguna vez lo devoré todo y éramos felices, éramos. Me bastaba dormir en la misma cama de media plaza que tanto nos sobraba, adorar nuestro sudor y abrazarnos confundiendo nuestros temores, midiendo el peso de nuestras piernas, nuestro odio y nuestro amor mutuo; y el mundo es tan horrible y penoso allá afuera que no dan ganas de salir sin ti, pero que no se olvide, que no se olvide que el mundo de por si ya estaba dentro de nosotros. 




La casa vacía

Voy a la casa donde no viviremos
a mirar los muros que no se levantarán.

Paseo las estancias
y abro las ventanas
para que entre el Tiempo de Ayer envejecido.

¡Si vieras!
Entre las buganvillas
cansadamente juegan
los hijos que jamás tendremos.

Yo los miro. Ellos me miran.
Mi corazón humea.
Éste es el sitio
donde mi corazón humea.

Y a esta hora,
en el balcón, callada,
yo sé que tú también te mueres
y piensas en mí hasta ensangrentarte,
Yo también pienso en ti.

Óyeme donde estés:
por esta herida no sale sólo sangre:

me salgo yo.








(M.S)