sábado, 1 de agosto de 2015

¿Reconozco la belleza que se interpone ante mi? ¿ante mi predisposición hacía ella? ¿hacía mi entrega total, finita?. Puedo intuirla por estética pero soy incapaz de fragmentarla, de nombrarla y sin embargo la nombro, la invoco y la requiero para subsistir, para vivir de ella en un mundo que no es capaz de despertar hacía su autentica tersura, un mundo incapaz de entender su propio resplandor. Un mundo que se preocupa en definir lo indefinido. Tal vez la belleza tenga otro nombre y otra textura, tal vez se contrapone a todos nuestros pobres entendimientos pero aun así se interpone ante nosotros; y de eso ya estoy segura mientras voy escribiendo y me respondo la pregunta inicial. La reconozco, mi predisposición va hacía ella con ese magnetismo doloroso que envuelve a un rayo con la atmósfera caliente. Mi urgencia a la belleza se explica solo en mi existencia; y a pesar de estar unida a ella, mi explicación de alcanzarla, de entenderla, difiere, como si un átomo saliera de si misma, de su propia función; y fuera de esta se preguntase por ese gran universo de la materia.